En la Iglesia católica los obispos son por institución divina los sucesores de los apóstoles y, como tales, son constituidos como pastores para que sean maestros de la doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros para el gobierno (CIC, 375, 1). Cada Obispo diocesano es el principio y fundamento en su Iglesia particular.

EPISCOPOLOGIO DE LA DIOCESIS DE ABANCAY

 

  1. Carlos María Jurgens Byrne,C.SS.R. (Arzb. Cuzco).  Administrador Apostólico del 28 de abril de 1958, al 04 de diciembre de 1962.
  2. Alcides Mendoza Castro,Primer Obispo de Abancay, 05 de diciembre de 1962. Trasladado a la sede titular de Pederodna, y Arzobispo Vicario General Castrense del Perú.  Administrador Apostólico de Abancay, 12 de agosto de 1967.
  3. Enrique Pélach y Feliú(Segundo Obispo), preconizado Obispo de Abancayel 25 de junio de 1968.  Consagrado obispo el 14 de julio de 1968.  El Santo Padre aceptó su dimisión el 01 de diciembre de 1992.
  4. Isidro Sala Ribera(Tercer Obispo).  Nació en Bergús (España), el 03 de marzo de 1933. Ordenado sacerdote el 28 de julio de 1958. Electo a la Iglesia Titular de Civitanova y Auxiliar de Abancay el 18 de octubre de 1986.  Consagrado Obispo el 14 de diciembre de 1986.   Preconizado Obispo Coadjutor de Abancay el 07 de abril  de 1990 y Obispo de Abancay el 01 de diciembre de 1992.
  5.  Gilber Gómez González(Cuarto Obispo).Nació en Albeos (España), el 12 de febrero de 1952. Fue ordenado sacerdote el 14 de setiembre de 1975. Luego, fue destinado a la Diócesis de Abancay, donde trabajó primero como rector del Seminario Menor (1986/1992) y después Vice-Rector del Seminario Mayor “Nuestra Señora de Cocharcas” (1992/1997) y posteriormente asumió el cargo de Rector. El 22 de diciembre de 2001, Juan Pablo II lo nombró Obispo Auxiliar de Abancay. El 20 de Julio del 2010, su santidad Benedicto XVI nombra como Obispo Titular de la Diócesis de Abancay.

OBISPO AUXILIARES

1. Juan Antonio Ugarte Pérez, Ordenado Obispo 02 de octubre de 1983, Obispo Titular de Castro. Trasladado como Obispo Auxiliar del Cuzco en 1986.

2. Isidro Sala Ribera: Obispo auxiliar de Abancay el 18 de octubre de 1986. Consagrado Obispo de Abancay el 14 de diciembre de 1986.

3. Gilberto Gómez González: Obispo de Mozotcori y Auxiliar de Abancay, consagrado el 16 de marzo del 2002.

  1. MONS. ALCIDES MENDOZA CASTRO, PRIMER OBISPO

Mons. Alcides Mendoza Castro nació en la ciudad de La Mejorada, Mariscal Cáceres, Huancavelica, el 14 de marzo de 1928. Estudióhumanidades en el seminario de Ayacucho; la Filosofía, en Arequipa y optó el grado de Bachiller en Teología, en la Facultad de Teología de Lima.

Trabaja dos años en la Diócesis de Huancavelica como Secretario del Obispo y encargado de la Pastoral en el ambiente minero. Luego, por orden de la Santa Sede, se incorpora al clero castrense del Perú, como secretario del Vicario Castrense, Mons. Carlos María JurgensWyrne.

El 28 de abril de 1958, el Papa Pío XII, le nombra Obispo Titular de Metre y Auxiliar del Administrador Apostólico de Abancay. El 6 de julio de 1958, Mons. Alcides Mendoza se consagra obispo a los 30 años de edad, siendo el Obispo más joven. Participa en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II, figurando como el Padre Conciliar más joven del mundo.

El 5 de diciembre de 1962, el Papa Juan XXIII, le nombraprimer obispo residencial de Abancay. Al llegar, encuentra sólo ocho sacerdotes y 5 religiosas dominicas. Para atender pastoralmente su nueva diócesis, juntamente con el Card. Ricardo Cushing, Arzobispo de Boston, funda la Sociedad Misionera de Santiago Apóstol y adquiere doce sacerdotes para las parroquias de Abancay, Curahuasi, Huancarama y Andahuaylas. Encarga a los sacerdotes de la Compañía de Jesús la Parroquia del Señor de la Caída; mientras que a los religiosos Mercedarios les envía a la atención pastoral de la Parroquia de Chuquíbambilla, Grau.

Edifica la residencia episcopal, funda y construye el orfanato o casa de la Divina Providencia en Abancay, para cuya atención vinieron de Alemania la Congregación de las Hermanas de la Divina Providencia. También funda el “Monasterio de San José” de Carmelitas Descalzas. Siendo éste, el primer Monasterio fundado en el Perú republicano y constituyéndose en el semillero para fundar varios Monasterios en el Perú: San Jerónimo en la Diócesis de Abancay, en Chiclayo, enYurimaguas, en Lircay (Huancavelica), en Huancayo.

Mons. Alcides Mendoza también invita a trabajar en la diócesis a la Congregación de las Misioneras de la Madre Laura, conocidas como las Madres Lauritas. El joven obispo de Abancay, también crea el centro de Asistencia Médica de primeros auxilios enla Parroquia de Talavera,encargando a las religiosas de San José de Cluny; construye casas parroquiales en Abancay, Curahuasi, Huancarama y Andahuaylas.

Por su celo apostólico, visita a lomo de caballo, por tres veces, la totalidad de la Diócesis. Luego, durante su estancia en Roma para el Concilio Ecuménico Vaticano II, gestiona la creación de la Prelatura de Chuquibambilla, integrada por las Provincias altas de Apurímac: Grau, Cotabambas y Antabamba. Es así como la Santa Sede crea dicha Prelatura, encargándola a los Padres Agustinos italianos, nombrando al primer Prelado de Chuquibambilla, al Excmo. Mons. Renzo Michelli.

Mons. Mendoza sirve a la Diócesis de Abancay hasta el 12 de agosto de 1967, cuando es promovido Arzobispo y Vicario General Castrense, para la atención personal del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea y las Fuerzas Policiales del Perú. En este cargo permanece hasta el 5 de octubre de 1983, en que es nombrado Arzobispo Residencial dela Arquidiócesis del Cusco. El 28 de octubre del 2003, en conformidad al Código de Derecho Canónico, presenta su carta de renuncia por cumplir 75 años de edad. Ha fallecido en 22 de junio de 2012. Sus restos mortales descansan en la Catedral de Cusco, en la capilla del Señor de Temblores.

IN MEMORIAM

‘Fue el primer Obispo de Abancay’

Doblan las campanas por la muerte de Monseñor Alcides Mendoza Castro

La catedral de Abancay está triste, fría, desolada, con aroma a flores e incienso. Los pocos  cirios encendidos se consumen en lágrimas y las campanas doblan con el repique de la agonía. Su tañido estremece la ciudad, sacudiendo con su lastimero sonido de oro y bronce las hojas de las intimpas y los pisonayes que tiritan como si tuvieran frio.

Los cercos de caliche y piedra que forman los caminos que van a Illanlla y Tamburco parecen desmoronarse y si no se caen es porque los sostienen los árboles de tara y molle. El Mariño corre silencioso llevando en sus aguas una pena. Las mujeres del campo, en Aymas, Ccanabamba y Puca-Puca lloran desconsoladas y se santiguan al escuchar la noticia que corre con el viento:

Monseñor Alcides Mendoza Castro ha muerto.

Y encima del altar de la vieja catedral construida sobre una gigantesca piedra, al costado de la plaza, donde la virgen del Rosario, patrona de la ciudad, apareció una y otra vez porque no quería estar en Qoroani sino en Abancay, derrama unas lágrimas por quien tantas veces levantó allí el cáliz y consagró la hostia, delante de ella, para luego dársela a los feligreses que casi siempre repletaban  su sagrado templo con el fin de escuchar su voz en quechua y español.

El cáncer, que no perdona a nadie, se lo llevó para siempre a los 84 años de edad. Nos queda el recuerdo de haber sido el primer Obispo que tuvo la diócesis de Abancay, el cura que habiendo nacido en La Mejorada, un humilde pueblo de Huancavelica, llegó a ocupar importantes cargos en el clero. Pero, no solo fue el primer obispo de Abancay sino el más joven del mundo, de  solo 30 años de edad, que consagraba el Papa Pio XII.

A los 34 años participó en el Concilio Vaticano II y el 5 de octubre de 1983 el Papa Juan Pablo II lo nombra Arzobispo Emérito del Cusco. Y es al frente de esta Arquidiócesis que recibió al Papa Benedicto XVI cuando el santo Padre todavía era un Cardenal.Y luego al Papa Juan Pablo II. Asimismo prestó servicios pastorales en Ayacucho y posteriormente fue nombrado Vicario Castrense del Perú con el grado de General. En el 2008 el Presidente de la República Alan García Pérez lo condecoró en Palacio de Gobierno con la Orden de Mérito en el grado de Gran Cruz y la 91 Plenaria de Obispos del Perú le otorgó la Medalla de Oro de Santo Toribio de Mogrovejo por sus Bodas de Oro sacerdotales.

En una bella carta que nos escribe la Madre Hortensia Trujillo de la Cuba (Sor Tarcisia), basada en un artículo biográfico de una de sus exalumnas, María Edith Vegacenteno de Olarte, nos recuerda, asimismo, que Monseñor Alcides Mendoza Castro estudió en los Seminarios de Ayacucho y Arequipa y en la Facultad de Teología en Lima. Como primer Obispo de Abancay construyó la residencia Episcopal, fundó el orfanato “Casa de la Divina Providencia” y el Monasterio de las Carmelitas Descalzas.

En Cusco reabrió el Seminario San Antonio Abad, construyó el Asilo de Ancianos Desamparados. Con ayuda de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta construyó el Centro de Rehabilitación para Drogadictos, para los enfermos de SIDA y para los niños de la calle. Igualmente, construyó cinco orfelinatos, una Escuela para Ciegos y creó un sistema de quioscos para la venta de sus productos y así puedan contar con un ingreso económico.

A| Monseñor Mendoza tuve la oportunidad de conocerlo personalmente en Abancay, cuando yo era aún un adolescente y él visitaba la casa de mis abuelos. Posteriormente, en Lima volví a verlo en las misas que mandaba oficiar la familia Hiraoka, propietaria de Importaciones Hiraoka, por la gran amistad que lo unía con los esposos Carlos y Rosa y sus hijos y en cuya empresa trabajé por muchos años. En las pocas ocasiones que nos vimos de lo que más conversábamos era de Abancay, de la amabilidad de su gente, de sus misas en quechua que acostumbraba celebrar en los templos del Señor de la Caída, Illanlla y Tamburco y la devoción de los fieles para celebrar sus fiestas patronales. Su recuerdo siempre fueron gratos.

Se fue un amigo, un hombre de bien y un excepcional pastor de la Iglesia. Que su cuerpo descanse en paz en su tumba de la Catedral del Cusco y su alma en los cielos de Abancay (junio 22, 2012).

2. MONS. ENRIQUE PELACH Y FELIU, SEGUNDO OBISPO DE ABANCAY

Enrique Pélach y Feliú nace en Anglés (Gerona, España), el 3 de octubre de 1917, dentro de una familia muy cristiana. Sus padres, Juan y Enriqueta tuvieron diez hijos: seis varones y cuatro mujeres.

Estudia Filosofía y Teología en el seminario de Gerona. En la Universidad Gregoriana de Roma, se licencia en Teología, especialidad de “Misionología”. Movido por inquietudes misioneras, estudia Medicina Tropical en el Hospital Romano de San Giácomo y, en Barcelona, funda una Escuela de Medicina Misionera.

Don Enrique es ordenado sacerdote el 6 de enero de 1944. Inmediatamente desempeñalos cargos de vicerrector, formador, profesor y director espiritual del Seminario Diocesano de Gerona, a la vez que ejerce una amplia labor de dirección espiritual con los sacerdotes de su diócesis.

El 5 de agosto de 1952, se asocia a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus Dei, siendo el primer sacerdote diocesano del mundo en pedir la admisión a esta sociedad. Asimismo, la amistad de San Josemaría hamarcado decisivamente su vida, abriéndole un sinfín de caminos apostólicos en su vida sacerdotal.

El 1 de octubre del año 1957, el P. Enrique Pélach llega al Perú, junto a un grupo de sacerdotes españoles de la “Obra de Cooperación Hispano-Americana” (OCSHA). Trabaja junto a Mons. Ignacio María de Orbegozo en la PrelaturaNullius de Yauyos, recién creada por la Santa Sede y encomendada a los sacerdotes del Opus Dei. Allí ejerce, entre otros cargos, el de Vicario General, durante 11 años. Sin embargo, su labor principal es el de ayudar a su prelado y a los sacerdotes a buscar la santidad en el ejercicio de su ministerio, como fundamento de la eficacia pastoral.

Mons. Enrique Pélach es nombrado Obispo de Abancay, el 25 de Junio de 1968. Se consagra obispo en la ciudad de Cañete, el 14 de Julio del mismo año por el Emmo. Cardenal Juan Landázuri, Arzobispo de Lima.

A los pocos días de su consagración, don Enrique Pélach llega a Abancay, el 20 de julio de 1968 y toma posesión de la diócesis al día siguiente.

Ya en Abancay, el nuevo Obispo percibe la inmensa labor pastoral que le espera. Por ello, con la ayuda de un grupo de sacerdotes diocesanos de varias nacionalidades,-sobre todo españoles-, inicia una labor pastoral de apostolado y de ayuda social de proporciones impresionantes. Don Enrique Pélach sabe en su corazón que debe optar por una prioridad, sabe que con el tiempo las personas pasan; sabe que si no pone los medios, dentro de pocos todo quedará igual que encontró. Por ello debe formar sacerdotes nacidos en la zona; sus desvelos son interminables, pero movido por una fe férrea, pone en marcha la formación de sacerdotes diocesanos y promueveinnumerables vocaciones religiosas.

En 1977, alentado por San Josemaría Escrivá, crea el Seminario Mayor “Nuestra Señora de Cocharcas” y el Seminario Menor “San Francisco Solano” en 1980. Asimismo, abre el Seminario a otras jurisdicciones eclesiásticas que no tienen seminario o lo han cerrado. Hasta la fecha, en las aulas del Seminario Mayor de Abancay han recibido formación sacerdotal, seminaristas de las Arquidiócesis del Cuzco, Ayacucho y Arequipa; de las diócesis de Huancavelica, Chiclayo, Huánucoy Chachapoyas. Asimismo, de algunas prelaturas como el de Chuquibambilla y Caravelí. Son alrededor de 160 sacerdotes los que han sido formados es estas aulas y prestan servicios pastorales en diversas partes del Perú.

Mons. Enrique se hizo un abanquino más. Por ello, desde que llega, realiza innumerables visitas pastorales a lo largo y ancho de la diócesis (provincias de Abancay, Andahuaylas, Aymaraes y Chincheros). Como padre y pastor, se hace el encontradizo, e “informalmente” visita con frecuencia los centros parroquiales y a las comunidades religiosas contagiando aliento y optimismo. Cumple así su misión pastoral de enseñar, regir y santificar.

Don Enrique es principio de unidad para su diócesis y concreta esta misión en los retiros y reuniones mensuales de pastoral, los cuales, desde hace 40 años se realizan sin interrupción. Por ello, Mons. Enrique es uno de los pioneros en establecer la formación permanente del clero.

Como debe cimentar la labor pastoral del futuro, su celo por las almas, le lleva a realizar tareas de arquitecto y constructor. Se pone al frente de una compañía de obreros y constructores. Refacciona la Catedral y el Santuario de “Nuestra Señora de Cocharcas”, edifica los seminarios Mayor y Menor. Crea hogares para estudiantes pobres en las parroquias. Funda el Centro Médico Santa Teresa y el centro Oftalmológico y varias postas médicas; también construye cuatro casas de retiros. Otro tanto hace con conventos para las religiosas. Atiende a los indigentes con dos asilos de ancianos y alienta la creación de comedores populares y centros de promoción para la mujer. Deja cerca de 90 templos en diversos distritos y comunidades. En ese sentido, merece especial mención el Centro Médico Santa Teresa, referente nacional de la LEPRA (Leismaniasis) y cada año atiende a cerca de 20.000 indigentes venidos de todo Apurímac.

La labor social de Mons. Enrique es inmensa. Él siempre dijo que nunca había encontrado almas solas, sino que “junto a un alma -decía- hay un cuerpo al que hay que vestir, alimentar y curar”. De ahí su preocupación por los ancianos, por los niños huérfanos que al llegar a la ciudad necesitan de un sitio para vivir y para alimentarse.Para mantener dichas obras sus obras sociales, debe mendigar por medio mundo.

Para dar buena doctrina a sus fieles, Mons. Enrique publica biblias y catecismos en castellano y en quechua y guiones bilingües de doctrina cristiana y de educación en salud e higiene. Ya antes había publicado en España, el Santo Rosario Misionero. La Guía Cristiana de millares de ejemplares, se difunde, además del Perú, en España,Cuba y Alemania.

Cuando es nombrado presidente de la Comisión Episcopal de Catequesis, publica para todo el Perú, en colaboración con Mons. Künher, el Catecismo de la Doctrina Cristiana que ha sido un gran instrumento para la nueva evangelización.

El año 2004, publicasus memorias: Misión en el Trapecio Andino, con dos ediciones actualmente agotadas. Por la gran acogida, la editorial española Rialp lo publicó en el año 2005, con el título de “Abancay. Un Obispo en los andes peruanos”. Estelibro está traducido al catalán y al italiano. Por último, deja en preparación Sacerdotes para el Perú, donde cuenta sus primeras andanzas apostólicas en la Prelatura de Yauyos-Cañete.

El 01 de Diciembre de 1992, el Papa Juan Pablo II acepta la renuncia de Mons. Enrique Pélach a la labor episcopal de Abancay. Don Enrique, estuvo entre nosotros 40 años; y curiosamente, cruzó el océano Atlántico por primera vez a los 40 años. Luego de ser aceptada su renuncia, Mons. Enrique, como obispo emérito, sigue trabajando como constructor de templos y casas para la diócesis; también encuentra más tiempo para la oración, la lectura y escribe sin cesar. Asimismo, su presencia es siempre un ejemplo elocuente para los sacerdotes, discípulos suyos.

Al cumplir los 88 años, respecto a su preparación para el día de la muerte dijo: “Llevo caminando hacia la muerte hace 88 años, de vez en cuando pienso más en mi muerte, con paz y con frecuencia me preparo con alegría  para cuando Dios me llame. Sé que vendrá pero no sé ¿cuándo? ni ¿cómo?, pero tengo la firme esperanza de que vendrá en el mejor momento: cuando Dios quiera. Esto me hace esperarla tranquilo y con ilusión. Es el paso necesario para ir al cielo y yo deseo ir al cielo y ver a Dios cara a cara y a mi madre Santísima y todo lo demás. Esperar en todo esto me ilusiona y me llena de esperanza. Confío plenamente en la misericordia infinita de mi Padre Dios.

>>Sé que puede venir la muerte con sufrimiento y esto me da algo de miedo, pero confío en la fortaleza que me dará el Señor y así lo pido a la Virgen. Así con gran paz y confianza en Jesús y en la intercesión de la virgen María voy caminando hacia mi muerte”.

Mons. Enrique nunca hizo propaganda de sus obras pero seguramente es uno de los hombres que más cosas hizo-en lo material, humano y espiritual-, por Abancay y la región Apurímac. Su actitud fue ocultarse y desaparecer para que sólo Jesús se luzca. Idea que había aprendido de los labios de San Josemaría Escrivá.Su vida siempre fue un gastarse sin reservas al servicio de Dios y de su Iglesia de Abancay. Estos dos textos, sin comentarios, lo dicen todo:

“He besado muchas veces, con toda el alma, este nuevo suelo patrio apurimeño. Lo he amado y tratado de servir  en nombre de Dios que me ha enviado a Él”. “¡No tengo nada que hacer en España, mis huesos se quedarán en Abancay!”.

El 19 de julio de 2007, murió santamente, tal como había vivido. En la homilía de su funeral, Mons. Isidro Sala dijo: “Ese corazón ha dejado de latir en la tierra, pero no ha dejado de amar, porque el Amor con mayúscula -ese amor con que amaba a Dios y a los hombres- no se acaba nunca. En el cielo, totalmente metido en Dios, nos amará con más perfección y eficacia”.

Su cuerpo está enterrado en la Catedral de Abancay. Acuden a su tumba cientos de feligreses para dar gracias a Dios por los dones concedidos a su siervo Enrique, para recordar su vida y pedirle favores.

IN MEMORIAM

Un arquitecto de las almas

Respetables conciudadanos. Llaqtamasiykuna, wayqepanaykuna:

No era arquitecto pero dirigió la construcción de templos memorables. No era abanquino pero amó a esta tierra como si fuese su propia Gerona. No engendró hijos pero gestó tantos sentimientos filiales en los corazones apurimeños.

Se volvió en visitante de España, su país natal; y en residente de Abancay, su nueva cuna hasta el final. Era un hombre llenó de bondad. Dios habitaría en su espíritu. Cristo sostendría su entrega al semejante. La Virgen velaría para que siembre el bien por los caminos de la fe.

Debo hacer una confesión. Yo llegué de Huanipaca a Abancay por los años setenta para ejercer mi colegiatura miguelgrauina. Había ido a varias misas, como cristiano y como alumno del curso de religión. Pero quien más me impactó con sus homilías fue, precisamente, el obispo Enrique. Era para mí, una maravilla escucharlo, dirigiéndose a los seguidores del bautizado en Jordán. Hablaba para disfrutarlo todo el tiempo. Te miraba como para no perderlo de vista un instante. Tenía una voz argéntea que susurraba dulcemente a los oídos. Cada palabra, cada frase, estaban tejidas como suave algodón qué pasaba por el cuerpo lentamente al alma como vivificante aceite divino. Manejaba en el arte del maestro inmenso que llega con agrado y convicción al discípulo más sencillo. Y  me iba de la Catedral a mi cuarto de estudiante, como si me hubiera bañado en agua pura de manante nuevo; me iba corriendo como el cordero suelto de su corral gris a la verde pradera de la vida. ¡Si eso era Enrique de Abancay, cómo sería Jesús de Nazaret!

No todos los hombres cosechan el respeto y el cariño de todos los hombres. En el caso del Monseñor Enrique, nadie  dudaba en  respetarlo y en quererlo, Como no vas a querer y respetar a quien entrega su existencia al servicio sin descanso. Le apenó la situación paupérrima de los golpeados por el paso del tiempo y construyó el Asilo de Ancianos  para aliviarles el transito inevitable. Le dolió el dolor dolorante de los doloridos, y construyó el Centro Médico Santa Teresita para calmarles el sufrimiento corporal y devolverles la sonrisa espiritual. Le preocuparon los hombres de poca fe, y construyo su tan amado Seminario Nuestra Señora de Cocharcas para multiplicar las vocaciones y fertilizar los terrenos pedregosos y espinosos (¡cuántos sacerdotes formados aquí!). No soportó el hambre de tantos niños desamparados, e hizo que a sus estómagos llegara el sustento vital. Vio que muchas mujeres necesitaban generar sus recursos, y les abrió las puertas de la ocupación productiva. Sintió que las autoridades solas no podían satisfacer todas las necesidades poblacionales y no dudó en apoyarlas, más allá de los resultados electorales. ¡Un arquitecto de las almas!

A quienes  vivieron para servir, edifiquemos el templo de la gratitud en nuestros corazones. Enrique Pélach y Feliú es un admirable benefactor de nuestro pueblo al que amó tanto, que su deseo último fue dejar sus huesos en su suelo. ¡Excesiva generosidad de un verdadero siervo del Señor! ¿Cómo devolver tantos favores los abanquinos y apurimeños a este  extraordinario hombre lleno de bondad? Una calle con su nombre, puede ser (ya existe una). Un monumento que perennice su imagen, también podría ser. Aunque él trabajó en silencio activo sin buscar figuraciones, es justa que su vida y su obra sean conocidas por las generaciones presentes y venideras, para que iluminen nuestros actos en el esfuerzo, en la perseverancia, en el perdón y en la construcción de un mundo con amor (…).

Monseñor Enrique: Hoy que te damos el último abrazo, no nos dejes sin darnos tu bendición. Hoy que lloramos tu partida danos la alegría de tu compañía en el tiempo de vida que nos queda. Hoy que te vas sin nosotros, habiendo cumplido tu estancia terrenal, sepáranos para "tus paisanos" un pedacito del paraíso celestial. Allí esperamos alcanzarte cuando el Altísimo así lo disponga. Gracias de todo corazón, amigo, inolvidable, hermano incomparable y padre admirable: Enrique Pélach y Feliú.

(Prof.: Hermógenes Rojas  Sullca. Abancay, 21 de julio 2007).

3. MONS. ISIDRO SALA RIBERA, TERCER OBISPO

Al Mons. Enrique Pélach le sucede Mons. Isidro Sala Ribera, primero como Obispo Auxiliar, ordenado Obispo el 14 de diciembre de 1986. En abril de 1990 es nombrado Obispo Coadjutor y el primero de diciembre de 1992, toma posesión como Obispo residencial de Abancay.

Mons. Isidro Sala Ribera nace en Bergús (Diócesis de Solsona, España), el 03 de marzo de 1933. Es ordenado sacerdote el 20 de julio de 1958. En 1969, invitado por Mons. Enrique, llega a la diócesis de Abancay.

Su primer destino fue el de vicario parroquial de Chalhuanca, desempeñando a la vez el cargo de director de misiones populares, lo que le exigió recorrer toda la diócesis. Pronto consiguió dominar notablemente el idioma quechua.

En 1975 es nombrado párroco de San Jerónimo. En esta parroquia dio prioridad a las visitas a los pueblos, la formación de catequistas y la pastoral vocacional. Asimismo ayuda en la fundación del monasterio de Madres Carmelitas Descalzas y la construcción de las casas de retiros en San Jerónimo y de La Laguna en Pacucha. También impulsa la construcción del asilo de ancianos, de la casa parroquial y de muchas iglesias de los pueblos de su jurisdicción.

Desde que es Obispo de Abancay, visita periódicamente a los sacerdotes y las parroquias. Sigue impulsando las reuniones diocesanas de pastoral y los retiros mensuales; asimismo, presta especial atención a la marcha del seminario y, como Mons. Enrique, se muestra siempre cercano a todos, especialmente a los pobres y a los enfermos.

En 1998 organiza en Cocharcas el II congreso Eucarístico-Mariano para celebrar el IV centenario de la llegada de la imagen de la Virgen y consigue de la Santa Sede la declaración de la Virgen de Cocharcas como patrona de la Diócesis.

También nombra sacerdotes para las parroquias de Chincheros, Uripa y Huancaray, agradeciendo los servicios prestados por las Misioneras de Jesús Verbo y Víctima, que las habían atendido durante más de veinte años. Con la ayuda de Mons. Enrique construyó en Chincheros la Iglesia y la casa parroquial. Nombró también sacerdotes para Pampachiri, una vez construida la casa parroquial, y creó la nueva parroquia de Huaccana. Acoge con gozo en la Diócesis a nuevos movimientos apostólicos e invita a las Madres Canonesas de la Cruz para la parroquia de Uripa y a las Hijas de Nuestra Señora de la Misericordia para Ocobamba. Hace lo mismo con dos congregaciones nuevas para San Jerónimo: las Misioneras Hijas del Corazón de María y las Adoratrices de Badajoz (España). También aprueba y alienta la celebración de dos congresos misioneros diocesanos, uno en Abancay y otro en Andahuaylas.

El día 16 de marzo del 2002 ordenó obispo en la Catedral de Abancay a Mons. Gilberto Gómez González, nombrado por Juan Pablo II Obispo Auxiliar de Abancay y hasta ese momento Rector del Seminario Mayor. Mons. Gilberto nació en Albeos, Diócesis de Tui - Vigo (España), el 12 de febrero de 1952 y llegó al Perú en 1986. Su nombramiento ha supuesto una gran ayuda para Mons. Isidro y una nueva bendición del Señor para toda la Diócesis.

 
 
 

La Diócesis de Abancay tiene vidas ejemplares que nos animan en la fe, amor y esperanza: “Con profunda humildad, también nosotros, en nuestra joven  iglesia particular de Abancay, podríamos enumerar tantas vidas y obras de fe. Pensemos en su segundo obispo, muerto en olor de santidad, Monseñor Enrique –cuyo lema episcopal era “ardeonam credo”: “estoy ardiendo, porque tengo fe”-,  Y antes, en su primer obispo Monseñor Alcides, recientemente fallecido. Asimismo, están en la memoria de todas las personas consagradas -de las distintas congregaciones que han trabajado en esta diócesis- que vivieron y murieron santamente. Y son innumerables los fieles laicos –también en la familia de cada uno de nosotros-“que nos han precedido con el signo de la fe y duermen ya el sueño de la paz” - Misal Romano- (Mons. Gilberto Gómez, Abancay 2013).

SEBASTIAN QUIMICHU

Un gran devoto de la Virgen de Copacabana

En la república del Perú, durante la conmemoración de las “Bodas de Oro” de la creación de la Diócesis de Abancay (1958 – 2008), merece especial mención la figura de Sebastián Quimichu, el iluminado indígena que desde orillas del Titicaca llevó cargando en hombros hasta Cocharcas, una réplica de la milagrosa imagen de la Madre de Dios que en la actualidad es Patrona de la Diócesis de Abancay.

El año 1593, el joven indígena –cuando apenas contaba con 23 años de edad- se encontraba lejos de su pueblo natal, con los brazos gangrenados y llagas por todo el cuerpo por causa de astillas que se le habían quedado incrustadas en uno de los brazos. Todo intento de curación había sido vano, a tal punto que hasta los familiares más cercanos lo habían abandonado.

En momentos en que se hallaba aguardando impaciente que la muerte lo busque, entre sueños se le aparece la Virgen de Copacabana diciéndole en idioma quechua: - “Sebastián, búscame en mi templo de orillas del Titicaca, que yo sanaré tus heridas”. Al día siguiente, recogiendo las últimas fuerzas que le quedaban acudió al llamado de la Virgen, emprendiendo una larga y fatigosa marcha.

Al ingresar al templo del Titicaca de rodillas, con el alma embargada por indefinibles sensaciones, le dedicó un florilegio de versos y oraciones de su inspiración. Y apenas se hubo levantado, las heridas habían desaparecido, por lo cual Sebastián viendo sus brazos sanos y salvos, prometió cargar a la Virgen por el resto de sus días, adoptando el apellido “Quimicho”, que en quechua significa “el que porta”, “el que conduce”.

En el Santuario de Copacabana, Quimicho se entera de la historia del origen de tan milagrosa imagen, que fuera modelada en la Villa Imperial de Potosí por el Inca Francisco Tito Yupanqui, quien portándola después en hombros la había conducido tras una caminata de varios meses hasta su pueblo natal, donde a merced de la devoción de los fieles se había levantado aquel magnífico templo.

Como primera muestra de gratitud, imitando al modelador de tan milagrosa imagen, Quimicho decide portar hasta su pueblo una réplica de la Virgen, encargando al mismo escultor de Copacabana una copia lo más exacta posible de la Virgen del Titicaca, sin nisiquiera contar con los recursos necesarios, por lo cual tuvo que efectuar una colecta por diversos puntos.

Mientras aquello sucedía, los sacerdotes de Copacabana habían colocado la copia en el altar, al lado del milagroso original. Ambas eran tan parecidas, que meses después nadie sabía distinguir cual era la original, a tal punto que una pia tradición peruana cuenta que al momento de la entrega le dieron a Quimicho la auténtica…

En realidad el detalle poco interesa, ya que todas las tallas de Yupanqui fueron igualmente milagrosas. Así lo certifica el cronista fray Antonio de la Calancha cuando dice: “Venturoso indio que escogió Dios para que las imágenes que hiciera admiraran con sus milagros y fuesen portento de maravillas, queriendo así que los indios incrédulos vieran las omnipotencias de la Gracia que honraba sus devociones, haciendo milagrosas las imágenes que salieran de sus manos”.

Antes de emprender la peregrinación hacia su lejano pueblo natal, Quimicho corta una larga rama dándole forma de un cayado, al que amarra en la punta un pedazo de lienzo blanco; talla una quenilla de sonido inconfundible para interpretarla acompañada con tambor; y finalmente construye una caja donde coloca a la Virgen para cargarla amarrada a la espalda.

La tradición popular refiere que el momento en que se despedía del Santuario de orillas del Titicaca, pajarillos de vivos colores se le asentaban en los hombros, en señal de las bendiciones con que la Virgen de Copacabana lo despedía.

Caminaba siempre entonando la “Chirisuya”, la quenilla que así llamó en recordación de las “Chirimías” que cuando niño había visto interpretar a los soldados españoles en los desfiles. A decir de un cronista, cuando pulsaba ese instrumento “se allanaban las rocas y florecían los campos”…

El devoto indígena iba de pueblo en pueblo, mientras la Virgen asombraba con sus milagros, corriendo la voz por las comarcas vecinas. La leyenda cuenta que tan pronto arribaba a algún lugar, las campanas de los templos repicaban por sí solas, saliendo a recibirla sacerdotes con cruces y pendones, mientras la gente echaba pétalos de flores y mistura a su paso.

De una jornada a otra se sumaban a la comitiva, grupos de música y danzas que la acompañaban entonando cánticos. De la misma suerte, en las despedidas le seguían fervorosamente hasta la salida del pueblo, y algunos dejando sus tierras, haciendas y casas con extraña devoción la seguían, cantando himnos y alabanzas en el trayecto.

Por los lugares donde pasaba era recibido con entusiasmo. No obstante, se dice que por la indigencia que aparentaba en uno lo vieron como Ladrón, siendo apaleado y conducido arrastrando cadenas hasta la cárcel. Y mientras se averiguaba la procedencia, el bulto de Virgen fue depositado en la sacristía del templo.

La leyenda, señala que esa misma noche la Virgen se apareció en la celda de Quimicho, y soltándole de sus amarras le dijo: “Sebastián, cárgame en tus hombros y prosigue tu camino”. Y en efecto, el indígena así lo hizo, abandonando el pueblo sin que nadie lo notara amparado por las penumbras.

Sin embargo, al correr la voz sobre la fuga de Quimicho, en las siguientes poblaciones acontecería lo mismo. Únicamente cuando pusieron siete candados al indígena y por separado siete candados a la celda de la Virgen, y a la mañana siguiente no encontraron a ninguno, dejarían finalmente de molestarlo…

Entre muchos detalles que Quimicho pasara en el trayecto, se dice que luego de recorrer las pampas de Ercuya, al llegan al lugar hoy llamado Niño Puquio, el Niño tuvo sed y la Virgen hundió su cetro en una roca de donde brotó agua cristalina, que hasta hoy sigue corriendo.

Finalmente, un día en que habían descansado a los pies de una cruz grande de madera, al no encontrar la escultura a la madrugada siguiente, Quimicho bajó a toda prisa la hondonada, divisando al fondo a la Virgen encima de una charca de agua.

Y en aquel lugar, cuyo nombre en quechua significa “esto fue un lago”, la Virgen pidió se le construya su templo, que rápidamente se convirtió en el Santuario más famoso del Perú en tiempos de la colonia (Marcelo Arduz Ruiz).

NOTA:En 1598 Quimichu empezó a buscar financiamiento para la construcción del santuario de Cocharcas en el Alto Perú. En 1600 murió en Cochabamaba (Bolivia) con fama de santidad, como reconocen los padres agustinos de entonces. También para el pueblo fiel es gran devoto de la Virgen y la imitan en sus virtudes y la ponen como intercesor ante Dios. Recién en 1623 se le dedicó el santuario actual, que años más tarde reedificó y culminó el ilustre Obispo de Huamanga, Don Cristóbal de Castilla y Zamora. En un letrero, aún visible, se lee: “Acabóse esta Iglesia y Retablo de Ntra. Sra. de Cocharcas. Año 1675”. Mons. Fidel Olivas Escudero hizo trasladar los restos de Sebastián a la sacristía el 14 de setiembre de 1903 y en la lápida que los cubre hizo grabar la siguiente inscripción: “Aquí yacen los restos de Sebastián Martín, Quimichu de la Virgen de Cocharcas. Año 1600”.

MONS. ENRIQUE PELACH

La vida santa de un buen pastor

Ha muerto en olor de santidad Monseñor Enrique Pèlach, Obispo emérito de Abancay a los 89 años, exprimido como un limón, en frase de San Josemaría Escrivá. Llegó al Perú el año 1957 para trabajar en la Prelatura de Yauyos, bajo la dirección de Monseñor Ignacio María de Orbegoso, otro pionero de la santidad en los Andes en el siglo XX.  El año 1968 el Papa Paulo VI lo nombró Obispo de Abancay en donde  permaneció, hasta su muerte, los últimos 39 años de su vida.

Enrique como le llamamos sus amigos que tanto lo hemos querido, fue un hombre bueno y fiel. De un talante emprendedor y con una sencillez que movía montañas. Acercó a Dios a miles de hombres y mujeres de toda edad y de toda condición humana. Lo mismo estaba a caballo o en mula por los Andes en una misión a más de 4000 metros de altura que sonriendo a un niño, atendiendo a un moribundo o cantando bajito a la belleza de las montañas y de los abismos por donde cabalgaba. Fue un alma limpia, transparente y noble que ardía en amor a Dios y a todos los hombres.

Lo recuerdo siempre sereno, alegre y discreto. Leal y buen amigo, sin doblez. Con una capacidad de hacer amigos extraordinaria. Alma de poeta. Amante de la comunicación como medio esencial en la nueva evangelización.

Catequista con gran don de lenguas. Su pasión por llevar el amor a Dios a todo el mundo la cultivó desde muy joven y fue creciendo en su alma de manera impresionante. La catequesis era una urgencia en él y así lo manifestó, por ejemplo, en esa monumental obra del Catecismo de Pèlach-Kühner, con más de 100,000 ejemplares vendidos por toda nuestra geografía. El Devocionario Rezar y Cantar ha sido otro instrumento para miles y miles de hermanos nuestros campesinos del trapecio andino.

Su amor por los más pobres era de una profundidad evangélica tremenda. Contemplaba en el silencio de la oración las dificultades y se ponía a trabajar de manera inmediata e intensa. Hogares para jóvenes, leproserías, orfelinatos, guarderías. Hay que visitar Abancay para conocer el alma de Enrique, el buen pastor.

Vivió el sacerdocio siguiendo fielmente el espíritu de San Josemaría Escrivá y al estilo  del santo Cura de Ars; realizó su misión episcopal al modelo de santo Toribio de Mogrovejo, sin aspavientos, sin espectáculos. Entendió que la formación de jóvenes para el sacerdocio era vital en la Iglesia. En Abancay se lanzó, lleno de fe y siguiendo precisas indicaciones de San Josemaría Escrivá, a impulsar el Seminario Menor y Mayor. Son más de 150 los sacerdotes peruanos que estudiaron ahí,  que lo recuerdan como padre y amigo entrañable.

Formador de almas recias y  al mismo tiempo constructor de muchas iglesias, casas parroquiales, casas de formación, santuarios y todo lo que fuera necesario para evangelizar. El hambre de Dios y el hambre de pan, frase de Juan Pablo II en el Perú, los satisfacía a manos llenas.

Se nos fue en silencio, apagándose poco a poco en su vieja cama y en su viejo dormitorio. Te invocamos como intercesor y seguros de que nos ayudarás "antes, más y mejor". Amaste al Perú y a tu querido Abancay mucho más que muchos peruanos: “He besado muchas veces, con toda el alma, este nuevo suelo patrio. Lo he amado y trato de servir en nombre de Dios, que me ha enviado a él” escribió Enrique;  por eso te digo, con la confianza que te tengo, que “Vales un Perú”. Por sus frutos los conocerán nos enseña el Espíritu Santo, y tú sonríes desde el Cielo animándonos a seguirte de la mano de María Santísima, la “Mamacha” Cocharcas(Artículo escrito por el Cardenal Juan Luis CiprianiThorne, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, con motivo del fallecimiento de Monseñor Enrique Pèlach y Feliu, obispo emérito de Abancay. El Comercio: 2007/08/02).

NOTA: Proceso de beatificación de Mons. Enrique Pèlach

La diócesis de Abancay ha iniciado el proceso de beatificación de Mons. Enrique Pèlach y Feliù, quien fuera obispo de esa circunscripción de 1968 a 1992. La labor pastoral de Mons. Pèlach es impresionante: construcción de asilos, comedores, dispensarios médicos, iglesias, seminarios, edición de catecismos y otros libros pastorales. Del Catecismo que escribió con Mons. Antonio Kühner (Editorial Andina, 1975) se han vendido más de cien mil ejemplares. Algo se puede leer en su autobiografía: "Abancay. Un obispo en Los Andes" (Rialp, 2005).

Don Enrique Pèlach nació en Gerona en 1917. Se ordenó sacerdote en 1944. Realizó estudios de Misionología en Roma, donde conoció a San Josemaría Escrivá. Fue el primer socio agregado de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Vino al Perú en 1957 para trabajar en la Prelatura de Yauyos. Falleció en Abancay en olor de santidad en el año 2007.

Aquí se puede leer una reseña más amplia de su vida y aquí una poesía compuesta con motivo de su fallecimiento, de la que anoto unos versos:

¡Abrid los ojos, hermanos abanquinos!

Cristo dijo: "Por los frutos os conoceréis".

Ahí están los frutos de su oración, entrega y fidelidad:

Preocupación por el clero: los Seminarios "la niña de sus ojos".

Devoción a la Virgen: los Santuarios.

Amor a la Eucaristía: los Templos.

Compasión por los enfermos: Centro Médico "Santa Teresa".

Cuidado de la juventud: Hogares estudiantiles.

Empeño en dar doctrina: Catecismos y guías cristianas.

Amigos míos: Obras son amores y no buenas razones.

Betafilms hizo un bonito reportaje de su trabajo, que se puede ver en Youtube:http://es.gloria.tv/?media=222633

Quienes hayan recibido favores por intercesión de Mons. Pèlach, pueden dejar constancia de ello en el siguiente E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo..

MADRE CELINA DEL NIÑO JESUS, O.C.D.

La esperanza de los desamparados

Madre Celina nace en Ayacucho el 31 de Octubre de 1928. Ingresa en el Monasterio del Carmelo a la edad de 19 años y profesa como religiosa en 1948. En 1964 se traslada a Abancay a fundar el nuevo monasterio.

Inaugurado el Monasterio de San José de Abancay, Madre Celina tiene otro proyecto: El Comedor de los Pobres. Como es religiosa de Clausura y siente vocación especial para esta obra, un Rescripto de la Santa Sede la autoriza salir al Externado. La apoyan las autoridades de Abancay y Mons. Enrique Pélach, quien también hace suyo el proyecto. El comedor es inaugurado el 30 de Julio de 1968.

Hogar de Ancianos

Los pobres afluyen cada vez en mayor número al comedor. Son atendidos con amor por Madre Celina. Llega a atender a diario a más de sesenta menesterosos.

Su actividad es intensa pero Dios quiere más. Un día muy temprano llueve copiosamente. Madre Celina sale hacia el Mercado y ve en el parque "Micaela Bastidas" un pobre, tendido en el suelo. Nota que el hombre no tiene fuerzas para levantarse. Madre Celina -como puede- lo carga y lo lleva hasta la puerta del Monasterio. Pide agua caliente y lo asea en la misma portería, vistiéndolo con ropa limpia. Luego le acomoda con frazadas en una caja de madera. El hombre está totalmente llagado y con heridas malolientes.

Sus hermanas monjas la aconsejan hablar con el Prefecto. ¿Qué debían hacer con aquel miembro dolorido de Cristo?, le dicen. El Prefecto viendo la situación, ofrece a Madre Celina el antiguo Hospital, ruinoso y en pésimas condiciones. Madre Celina, armada de fuerzas y de paciencia, limpia el lugar y prepara una habitación digna. Por la tarde acomoda a su mendigo en un catre viejo. Asiste al hombre hasta sanarle las heridas. Más tarde, también le dará cristiana sepultura.

El amor de Madre Celina va en aumento. Reúne a los pobres que encuentra en sus salidas: en los parques y rincones de Abancay, donde duermen al sereno. Este esfuerzo titánico también lo comparte y lo vive Mons. Enrique. Por esa razón, él viaja a Lima y tramita con la Beneficencia Pública la donación, al menos de una parte del viejo Hospital de Abancay. Así nace el "Hogar de Ancianos".

El 27 de Abril de 1973, se inaugura el "HOGAR DE ANCIANOS". Lo bendice el Sr. Nuncio Apostólico, Mons. Luigi Poggi.

Desde esta fecha, el "Hogar de Ancianos" se encuentra casi siempre lleno. Los ancianos son atendidos con la más fina caridad cristiana. Viven en familia y los que aún tienen fuerzas ayudan a los que no pueden. Se les brinda ayuda en su salud corporal y espiritual. Madre Celina ha dado cobijo a unos trescientos ancianos.

El Aspirantado

La Madre Celina no puede llevar el trabajo ella sola, ni siquiera con la ayuda de las religiosas del Externado. Por ello piensa en el Aspirantado. La verdad es que ya desde 1968 hay jovencitas con inquietud vocacional. Ellas acuden desde sus casas, alternan el trabajo con ancianos y estudios de secundaria. Pronto Madre Celina prepara una habitación para ellas, porque además desean consagrarse a Dios. Madre Celina las forma en la vida espiritual y humana. Por sus manos han pasado más de 100 vocaciones de monjas carmelitas, y de otras congregaciones religiosas, ahora diseminadas por varias partes del mundo.

Otros Proyectos

La fe mueve montañas. La oración obtiene lo que uno quiere. Así de sencilla es Madre Celina. Ella es abnegada y generosa. Nunca repara en las necesidades del mañana. Vive al día el Evangelio: “Las aves del cielo no hacen nidos ni las flores del campo hacen tejidos y sin embargo el Padre Dios las alimenta y les da cobijo…”. Aquí está la fuerza interior de Madre Celina. El cansancio y los sufrimientos que exigen atender ancianos y menesterosos, no la doblegan. Dios da generosamente a las almas que le quieren y aman de verdad.

Madre Celina declaró a Radio Programas que, al principio, todos tenían miedo de los leprosos, pero luego entendieron que la lepra se propaga por la suciedad y falta de alimentación, por eso en los sitios civilizados no hay lepra. "La lepra sólo existe donde hay pobreza y no hay higiene". Con el correr de los años, el leprosorio fue deviniendo en el famoso Centro Médico Santa Teresa.

Madre Celina ha vivido una pobreza absoluta. Declaró a RPP: "Personalmente nunca he pedido nada a nadie, pero siempre pido a Dios para que Él mueva los corazones y venga la ayuda".

La Madre Celina del Niño Jesús ha dejado esta tierra, luego de haber servido a los pobres de Abancay por más de 43 años. Su labor siempre ha sido silenciosa y callada.

Madre Celina sufría de afección pulmonar. Por eso fue llevada a Lima para recibir un tratamiento más intenso, el 3 de octubre. Por su edad, no ha podido superar la enfermedad y Dios Padre se la ha recogido el pasado 29 de octubre (P. Doroteo Santos Borda).

NOTA: Radio Programas del Perú le concedió el premio “Integración y Solidaridad” en el 2004. Madre Celina hizo una gran labor donde ni el Estado ni la comunidad se preocupan por los ancianos y enfermos terminales. Cuando le dijeron que había ganado el galardón, puso en aprietos a Raúl Vargas a quien le dijo que si no le ayudaban con ropa y comida para sus ancianos, no le interesaban las medallas y los cartones de reconocimiento.

El Asilo de desamparados de Abancay ahora tiene moderna infraestructura y lleva el nombre de la religiosa carmelita: Hogar de Ancianos Madre Celina del Niño Jesús de Abancay.

MADRE AMABILIS GEIMER, O.P.

Formadora de los jóvenes

Nació el 05 de octubre de 1917, en Schmittweiler/Waldmohr, en la Región del Palatinado – Alemania. Sus padres fueron AugustGeimer y Anna Weis. Ellos tuvieron 10 hijos. Anna, llamada después Schw. Amábilis, fue la novena hija. Pero no es la única religiosa de la familia, pues años después, una sobrina suya, hija de su hermana menor, se hizo también Dominica de Santa María Magdalena, siguiendo el ejemplo de la admirada tía. Ella es Schw. TheresiaMendeGeimer, quien es directora de nuestro Gimnasio en Alemania.

Como todo niño y adolescente, Madre Amábilis realiza los siguientes estudios en su tierra natal:

• Estudios primarios y secundarios en Schmittweiler.

• Estudios para profesora en el Instituto Pedagógico Femenino del Palatinado, regentado por la Congregación. Terminando con éxito los mismos entre los años 1936 y 1937.

Durante la expansión del Nazismo fueron cerradas las escuelas católicas en Alemania. Al mismo tiempo obispos de Brasil y Perú solicitaron a la superiora del Convento de Santa Magdalena de Speyer el envío de religiosas que apoyaran en la misión de sus países.

Monseñor Salvador Herrera, Obispo de Puno, nacido en Abancay, pidió religiosas alemanas tanto para la Diócesis de Puno como para su tierra natal Abancay. 

Siguiendo el llamado de Dios partió al Perú el primer grupo de Religiosas de Santa María Magdalena, el 06 de enero de 1938. Poco después partió un segundo el 21 de abril, también en 1938. En este segundo grupo, de 9 religiosas, estaba Madre Amábilis como la religiosa más joven quien no había cumplido aún los 21 años. Ese mismo año, el 22 de julio, viajó a Abancay un grupo de religiosas dirigidas por Madre ReinhildisFerber para fundar el Convento y Colegio Santa Rosa, entre ellas se encontraba Madre Amábilis. Fueron recibidas por los alegres pobladores de esta ciudad quienes habían preparado un simbólico arco de flores por el que dejaron pasar a sus esperadas huéspedes. En esta recepción no faltaron los discursos, las flores, y los cuetecillos.

El inicio no fue fácil, pues la fundación se llevó a cabo pese a las dificultades y circunstancias que presentaba un pueblo pequeño de la sierra de hace 70 años, además del reto que significa, para los extranjeros, habituarse a un nuevo idioma, alimentación, clima y vivienda.

Desde entonces se entregó con todas las fuerzas de su juventud, a la formación de niñas y jóvenes, primero del Colegio “Santa Rosa” de Abancay y después de Chosica en el Colegio "Beata Imelda“. Con prudencia supo unir ambas culturas de tal manera que ambas partes se enriquecieran con sus tradiciones, costumbres y sabiduría popular. Fue profesora de Religión, Español, Literatura, Inglés, Ciencias Naturales, Geografía y Deporte. Con gusto se le dieron también los cursos de Arte, Música y Teatro.

Después de 19 años en Abancay fue cambiada a Chosica-Lima para los siguientes 10 años. Una vez más retornó a Abancay para dirigir el Colegio "Sta. Rosa“ entre 1967 y 1974.

Por dos períodos de 6 años ejerció el cargo de Priora Regional de la Congragación en el Perú. También tuvo el cargo de Priora de nuestros conventos de Chosica y Abancay.

Algunos premios y distinciones recibidos por Madre Amábilis:

1967   Diploma otorgado por los Padres de Familia de Abancay por su excelente labor al frente de la dirección del Colegio.

1968   Diploma de reconocimiento de la Municipalidad por el excelente trabajo realizado en le dirección del Colegio “Sta. Rosa””.

1968   Diploma por su participación activa en la Campaña de Alfabetización de Abancay.

1990   Distinción con las “Palmas Magisteriales“ en el grado de AMAUTA otorgado por el Ministerio de Educación del Perú.

• Distinción con la Cruz Federal de Primera Clase en la  Embajada Alemana de del Perú.

• Distinción con el Premio "Divino Maestro“ otorgado por el Consorcio de Colegios Católicos del Perú en el Congreso de Profesores Católicos en la ciudad del Cusco.

Características de la persona de Madre Amábilis:

• Amante de la naturaleza, especialmente de las flores.

• Su apoyo como profesora de música y directora de coro era extraordinario.

• Preparó con mucho detalle las celebraciones eucarísticas y cuidó mucho la Liturgia.

• Apoyó con abnegación a los niños lustrabotas y a sus familias. Visitó hogares, otorgó ayuda material y espiritual.

• Realizó un trabajo conjunto con organizaciones socio – culturales.

• Tenía una fe inquebrantable en la Providencia Divina, tuvo una devoción especial a la Santísima Trinidad. Mostró una amabilidad extraordinaria frente a quienes buscaron su apoyo, su escucha.

• Mantuvo un contacto permanente y lleno de confianza  con las ex alumnas, dándoles el consejo oportuno.

• Dirigió la construcción de la Iglesia de Abancay y la embelleció en los años venideros.

• Construyó la Casa de Retiro y el oratorio de la Comunidad Santa Rosa de Abancay.

En este artículo hemos mencionado aspectos importantes de la vida y obra de nuestra querida Madre Amábilis. Hay mucho más que decir acerca de ella. Esa información queda en el corazón de sus innumerables ex alumnas, quienes a pesar de los años manifiestan la alegría y el agradecimiento de haberla conocido.

Gracias Madre Amábilis y acompáñanos ahora desde el cielo.

P.  ELISEO PEÑALOZA JUAREZ

Sacerdote Diocesano Obediente

El P. Eliseo nació el 25 de febrero de 1909 en el distrito de San Antonio de Cachi. Realizó sus estudios elementales en Cachi,  Huancaray y Andahuaylas. Posteriormente ingresó en el Seminario de San Cristóbal de Huamanga.

El 29 de diciembre de 1935 se ordenó de sacerdote a la edad de 26 años. En 1936 se le nombró párroco de Huancarama y en 1946 fue trasladado a Talavera. También trabajó como vicario parroquial en Andahuaylas, donde fue testigo de la trágica desplome de la mitad del techo del templo, en la que murieron un trabajador y hubo dos heridos.

El P. Eliseo trabajó intensamente en el Valle del Chumbao, impulsando la Acción Católica y las diferentes hermandades. Hizo lo mismo en la atención de las religiosas y de los catequistas.

El 09 de julio de 1956, Mons. Alcides Mendoza, le nombró como Párroco Del Sagrario de Abancay. Aquí trabajó juntamente con el P. Washington Altamirano Menacho.

El 01 de enero de 1961 es trasladado, por segunda vez, a la parroquia de Santiago Apóstol de Talavera. Cuando Mons. Alcides Mendoza es nombrado Vicario General Castrense del Perú, el P. Eliseo retorna nuevamente a Abancay, y tuvo la suerte de recibir al nuevo Obispo, Mons. Enrique Pélach, dándole las palabras de bienvenida. Fue nombrado Vicario General, hasta la venida de Mons. Juan Antonio Ugarte, como Obispo auxiliar.

La vida del P. Eliseo es una entrega pastoral con verdadero afán de almas. Fruto de su preocupación pastoral es la edición de la “Hojita Parroquial”, desde 1967 hasta que la ceguera y la sordera se lo impidieron, una edición incansable por más de 35 años.

Fue párroco de Talavera durante 38 años, sin tomarse las vacaciones, aportando lo mejor de sí para la salvación de las almas. También hoy sigue ayudándonos desde el cielo, como hijo ilustre de la Diócesis.

¡Gracias por tu entrega sacerdotal!

OTROS TESTIGOS FALLECIDOS

La Diócesis tiene abundantes testigos que han dejado ejemplo de fe sencilla y humilde: P. Miguel Guitart (Sacerdote Diocesano); P. José Manuel Castro (Rector y formador del Seminario); P. Leopoldo Huamán (Sacerdote Diocesano); Joel Cuya (Seminarista); M. Carmen Rosa (OCD);  M. Rómula (DP) e innumerables laicos…