La Vocación Laical es la primera gran vocación en la Iglesia (es la vocación propia de la Iglesia de Dios). En efecto, por el Bautismo, cada cristiano es consagrado a Dios e incorporado en Cristo Jesús, por consiguiente, está llamado a ser Iglesia viva y actuante en el mundo, a fin de santificar la sociedad y todas las cosas pasajeras de esta tierra, a través de las cuales los Laicos son llamados conforme a los principios del Evangelio a una vida santa.

“El Pueblo de Dios está constituido en su mayoría por fieles cristianos laicos. Ellos son llamados por Cristo como Iglesia, agentes y destinatarios de la Buena Noticia de la Salvación, a ejercer en el mundo, viña de Dios, una tarea evangelizadora indispensable” (S.D.No.94).

La puerta que nos abre el acceso a la Iglesia es el Bautismo. Por él todos llegamos a ser miembros del único Cuerpo que es la Iglesia. Así nos lo muestra San Pablo en la carta a los Romanos 12, 11s: “Porque así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen el mismo oficio, así también aunque seamos muchos formamos en Cristo un solo cuerpo...”.

“La misión salvífíca de la Iglesia en el mundo es llevada a cabo no sólo por los ministros en virtud del sacramento del Orden, sino también por todos los fíeles laicos. En efecto, éstos, en virtud de su condición bautismal y de su específica vocación, participan en el oficio sacerdotal, profética y real de Jesucristo, cada uno en su propia medida” (Cf. Ch. L. No.23).

 

El carácter secular es propia y peculiar de los laicos:"Los seglares, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a la guía de las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma singular de evangelización. Su tarea primaria e inmediata no es la institución y desarrollo de la comunidad eclesial -esa es la específica función de los pastores- sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas pero a la vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campo de su actividad evangelizadora es el vasto y complejo mundo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así como otras realidades abiertas a la evangelización, como el amor, la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento. Cuantos más seglares haya impregnados del evangelio, responsables de estas realidades y claramente comprometidos con ellas, competentes para promoverlas y conscientes de que es necesario desplegar su plena capacidad cristiana, tantas veces oculta y asfixiante, tanto más estas realidades -sin perder ni sacrificar nada de su coeficiente humano, al contrario, manifestando una dimensión trascendente, frecuentemente desconocida- estarán al servicio de la edificación del reino de Dios y, por consiguiente, de la salvación de Cristo Jesús" (Evangeliinuntiandi 70).

Es urgente que los fieles laicos adquieran plena conciencia de la necesidad de su participación activa en la Iglesia, a través de los diversos ministerios (catequesis, evangelización, promoción humana, liturgia, comunidades de base, grupos apostólicos, de jóvenes, etc.) y movimientos (Acción Católica, Legión de María, Onda Juvenil Católica, Renovación Carismática, Adoración Nocturna, etc.).

En nuestra Diócesis de Abancay, Dios nos ha bendecido con muchas asociaciones de laicos y grupos apostólicos, como son por ejemplo: la Legión de María, la Renovación Carismática Católica, el Movimiento Juan XXIII, Ministerios de María, Cofradías y Hermandades, Grupos Juveniles, etc. Cabe también mencionar los distintos grupos parroquiales surgidos en nuestra Diócesis. Todos ellos, junto a muchas personas que pasan desapercibidas, van construyendo esta partecita de la Iglesia, haciendo que la novedad y la fuerza del Evangelio resplandezca en su vida cotidiana, familiar y social (Cf. Lumen Gentium, n. 35).

Los Catequistas rurales:

“Como todos los fieles, los laicos están encargados por Dios del apostolado en virtud del bautismo y de la confirmación y por eso tienen la obligación y gozan del derecho, individualmente o agrupados en asociaciones, de trabajar para que el mensaje divinode salvación sea conocido y recibido por todos los hombres y en toda la tierra, ésta obligación es tanto más apremiante cuando sólo por medio de ellos los demás hombres pueden oír el evangelio y conocer a Cristo. En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria, que sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia” (Cat.I.C.900).

Especial papel tienen los catequistas que con su testimonio transmiten la fe en las comunidades campesinas. El Papa San Pío X dijo: "El apostolado del catequista, es el más grande de los apostolados hoy día". Pues el catequista continúa la obra de Jesús y de los apóstoles; ayuda a la patria para formar buenos ciudadanos.

Los catequistas siguen realizando una hermosa misión: ser una persona sencilla y preocupada por servir a Dios y a su comunidad; estar continuamente aprendiendo la Palabra y la vida de Jesús; tratar a la gente como Jesús la trató; estar unido a Dios mediante la oración y a su comunidad mediante el servicio.

Mons. Isidro Sala Ribera, gran conocedor de la labor fundamental de los catequistas rurales les dice:”Ustedes son los primeros colaboradores de los párrocos. Son el grupo misionero con más arraigo en la diócesis, los que han sostenido la fe, especialmente en las comunidades rurales donde no puede haber presencia constante del sacerdote. Ustedes preparan la venida del sacerdote y del Obispo, enseñan a rezar,  preparan para los sacramentos, mantienen abiertos los centros de culto y dirigen la paraliturgia en  ausencia o en espera del sacerdote. De entre vuestros hijos, de entre vuestros catequizados salieron una buena parte de los sacerdotes de la Diócesis. El Señor, buen pagador, os retribuirá con creces este servicio a la Iglesia santa. Ustedes van a estar en primera línea en este nuevo impulso misionero, como lo han hecho siempre. Estoy seguro de ello. Sólo les pido que no descuiden su propia formación doctrinal y espiritual para ser más eficaces, para servir mejor” (Carta Pastoral :Como Ciudad Firme, p. 20) .