Por lógica, el sacerdote debe profundizar continuamente su formación…, el crecimiento continuo es esencial para ser buenos instrumentos. La salvación aunque es absoluta objetivamente, debe ser aplicada en lo subjetivo”. También se preguntó: “¿Cómo puedo mejorar mis modos y maneras de tratar a la gente y evangelizar? Y para ello siempre puedo ser mejor y más alegre, más rezador, más serió en mis normas. Así seré más eficaz: ser más..., sacerdote, al 100%. Más entusiasmado con mi vocación…Para ello profundizar y coordinar los aspectos de la formación humana, espiritual, intelectual y pastoral.
La finalidad de la formación permanente es para dar una respuesta generosa al don de Dios recibido en la ordenación sacerdotal. Para cuidar su identidad específica santificándose a sí mismo para santificar a los demás. Trabajar sobre mí mismo para que pueda cuidar y desarrollar mi vocación.
Para ello evitar toda forma de dualismo, entre lo humano y lo espiritual; entre lo pastoral y la vida privada… Sin fe, yo estaría haciendo teatro..., se llega a ello cuando no se cuida la vida privada y se lleva una doble vida”. Finalmente dijo: “La formación nunca está terminada. Y cuanto más sabios y mayores, van profundamente humildes para aprender más y servir mejor, para ser mejores instrumentos en las manos de Dios”.
Las ponencias se centraron en la Palabra de Dios en el Concilio Vaticano II y en el Magisterio de Pablo VI. Las conferencias fueron impartidas por Mons. Héctor Vera, Obispo de la Diócesis de Ica.
Seguidamente se realizó Retiro Espiritual del año, dirigidas por Mons. Israel Condorhuamán, sacerdote formado en el Seminario Mayor de Nuestra Señora de Cocharcas.