Preguntas y Respuestas acerca de Porta Fidei

Elaborado por el P. Damián Nannini.

Mediante esta carta apostólica publicada el 11 de Octubre de 2011 el Papa Benedicto XVI convoca el "año de la Fe". Vamos a hacerle algunas preguntas a esta carta para comprender mejor su contenido. Empecemos por el nombre.

¿Qué significa "Porta Fidei"?

"Porta Fidei" es una expresión latina que significa "Puerta de la Fe" y está tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles capítulo 14 versículo 27 (He 14,27) donde se lee: "(Pablo y Bernabé) a su llegada reunieron a la iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe".

¿Por qué se habla de la Fe comparándola con una puerta?

Se utiliza la imagen de la puerta para describir lo que es la fe por cuanto una puerta es una abertura que nos permite ingresar a algún lugar. En el caso de la puerta de la fe, al atravesarla, nos "introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia". Y un detalle no menor es que esta puerta "está siempre abierta para nosotros".

¿Cómo se cruza esta puerta de la Fe?

"Cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma". Con esto se nos dice que creer – atravesar la puerta de la fe – implica aceptar con el corazón la Palabra de Dios y dejarse cambiar por ella.

¿Y qué pasa cuando cruzamos la puerta?

Se "emprende un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22)" O sea que la fe no es algo de un momento sino un camino de toda la vida; es una forma de caminar por la vida teniendo como meta la eternidad.

Los hombres de hoy, ¿buscan cruzar esta puerta de la fe y emprender este camino?

La verdad es que "hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas."

¿Y qué tenemos que hacer ante esta crisis de fe?

En primer lugar "redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo".

En segundo lugar "no podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). "

¿Es por esto que se convoca entonces a un año de la Fe?

Sí, en primer lugar es por esto. Y también porque cumplen aniversario dos acontecimientos muy importantes para la fe de la Iglesia y que se deben celebrar.

¿De qué aniversarios y de qué acontecimientos se trata?

"El cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II" y "los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica".

¿Cuándo comienza y cuándo termina este año de la fe?

"Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013".

¿Es por algo especial que el año de la fe comenzará con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II?

Sí, pues "puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»".

¿Hay además algún otro acontecimiento importante?

Sí, cuando comience el Año de la fe ya se estará realizando, en la Basílica de San Pedro, el Sínodo de los Obispos (7 al 28 de octubre) con el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, que "será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe".

¿Hubo ya algún otro año de la fe?

Sí, "el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio".

Además de a redescubrir los documentos del Concilio Vaticano II, ¿a qué se nos invita en este año de la fe?

Podemos armar un decálogo de objetivos o deseos para este año de la fe donde se nos invita:

1.   A la conversión: "el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo".

2.   A la nueva evangelización: "también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo.

3.   A reflexionar sobre nuestra fe: "Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo."

4.   A confesar públicamente nuestra fe en el Señor Resucitado: "en este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo".

5.   A confesar personalmente nuestra fe: "deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza".

6.   A celebrar en la liturgia nuestra fe: "intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía".

7.   A dar testimonio de nuestra fe: "esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble".

8.   A "redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada". "El Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica".

9.   A "reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio".

10.  A "intensificar el testimonio de la caridad".

El Papa al describir la fe hace una distinción entre el acto de fe y los contenidos de fe. ¿A qué refiere concretamente con esto?

Es que la fe implica necesariamente estas dos dimensiones: el acto de creer, o sea "el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios"; y los contenidos en los que creemos. Pero no olvidemos que "existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento". "La fe como confianza personal en el Señor y la fe que profesamos en el Credo son inseparables, se evocan y exigen mutuamente."

"El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo."

¿Hay algún ejemplo que nos ayude a entender esta expresión "con el corazón se cree"?

Sí, "el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios".

¿Y qué significa que "con las labios se profesa la fe"?

"Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él […] La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación".

¿Y el conocimiento de los contenidos de fe es importante para el que cree?

"El conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor"

¿Y dónde puedo encontrar una presentación completa de los contenidos de la fe?

"Todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. Al respecto "el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial». Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural."

¿Y el testimonio de los creyentes a lo largo de la historia de la Iglesia nos puede ayudar?

Sí mucho. Tenemos que considerar el testimonio de la vida de fe de María, quien "acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4)". La fe de los Apóstoles, quienes "dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles". La fe de "los discípulos que formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47)". La fe de los mártires quienes "entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores". La fe de hombres y mujeres que "han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. La fe de muchos cristianos que "han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19)". La fe de "hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), que han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban". Y "también nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia".

¿Qué relación tiene la fe con la caridad?

"La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida."

¿Qué relación tiene la fe con la esperanza, con el futuro?

"Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1)". La fe nos permite, por tanto esperar con confianza en el Amor de Dios. Por eso "que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero".

¿Alguna última recomendación nos hace el Papa para terminar?

Sí, así como el apóstol Pablo, llegados sus últimos días, "pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15), escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin".

Y por último "confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia".

¿Se hicieron algunas propuestas concretas para vivir este año de la fe?

Sí, por encargo del Papa Benedicto XV la Congregación para la Doctrina de la Fe ha escrito una Nota con indicaciones pastorales para vivir este tiempo de gracia, las cuales no excluyen otras propuestas que el Espíritu Santo quiera suscitar entre los pastores y fieles de distintas partes del mundo.

¿Y qué sugiere esta Nota para realizar en el ámbito de las parroquias?

1.   En preparación al Año de la fe, todos los fieles están invitados a leer y meditar la Carta apostólica Porta fidei del Santo Padre Benedicto XVI.

2.   En la Eucaristía, misterio de la fe y fuente de la nueva evangelización, la fe de la Iglesia es proclamada, celebrada y fortalecida. Todos los fieles están invitados a participar de ella en forma consciente, activa y fructuosa, para ser auténticos testigos del Señor.

3.   Los sacerdotes podrán dedicar mayor atención al estudio de los documentos del Concilio Vaticano II y del Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo sus frutos para la pastoral parroquial –catequesis, predicación, preparación a los sacramentos, etc.– y proponiendo ciclos de homilías sobre la fe o algunos de sus aspectos específicos, como por ejemplo, "el encuentro con Cristo", "los contenidos fundamentales del Credo" y "la fe y la Iglesia".

4.   Los catequistas podrán apelar aún más a la riqueza doctrinal del Catecismo de la Iglesia Católica y, bajo la responsabilidad de los respectivos párrocos, guiar grupos de fieles en la lectura y la profundización común de este valioso instrumento, con la finalidad de crear pequeñas comunidades de fe y testimonio del Señor Jesús.

5.   Se espera por parte de las parroquias un renovado compromiso en la difusión y distribución del Catecismo de la Iglesia Católica y de otros subsidios aptos para las familias, auténticas iglesias domésticas y lugares primarios de la transmisión de la fe. El contexto de tal difusión podría ser, por ejemplo, las bendiciones de las casas, el bautismo de adultos, las confirmaciones y los matrimonios. Esto contribuirá a confesar y profundizar la doctrina católica «en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre».

Será conveniente promover misiones populares y otras iniciativas en las parroquias y en los lugares de trabajo, para ayudar a los fieles a redescubrir el don de la fe bautismal y la responsabilidad de su testimonio, conscientes de que la vocación cristiana «por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado».